Como dijimos anteriormente, la depresión es una enfermedad médica común y grave, que afecta negativamente cómo siente, piensa y actúa la persona que la padece. La depresión causa sentimientos de tristeza y/o pérdida de interés en actividades que alguna vez se disfrutaron, lo que trae consigo una variedad de problemas emocionales y físicos. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018), señala que la depresión es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.
Como se trata de una enfermedad multifactorial, es decir, que se desencadena a partir de múltiples causas, se han detectado más bien algunos factores de riesgo que inducen a la depresión. Estos factores han sido agrupados en tres grandes grupos: los genéticos, los ambientales y los de personalidad.
En el caso del factor genético, se sabe ya que existe una predisposición genética a la depresión, tal como sucede con enfermedades como el cáncer o la diabetes. De hecho, se ha sabido que todos los seres humanos tenemos dicha predisposición, pero sólo se desencadena debido a factores medioambientales. Un estudio internacional de genética de la depresión que apareció publicado en la revista Nature en 2017, indica que existen al menos 44 genes asociados a la depresión y al menos otros 153 que pueden estar relacionados con el padecimiento. El estudio, que duró cerca de 10 años y fue aplicado a medio millón de personas alrededor del mundo, reveló que la depresión es una enfermedad del cerebro, es decir, de orden biológico y emocional, por lo que su dependencia de factores ambientales no es menor.
Desde el punto de vista ambiental, donde se involucran causas relacionadas con la dimensión social de la vida, es la violencia, la marginalidad y la opresión los factores que mayor inciden en el desencadenamiento de la depresión. Dentro de ellos, la pobreza, el desempleo, el estrés, las enfermedades físicas y el consumo de drogas de abuso, juegan un papel fundamental, pero no son los únicos. Los científicos consideran estos factores más bien como estresores que se desencadenan en las etapas tempranas del desarrollo; en particular, se ha encontrado que algunos genes que codifican para el desarrollo embrionario y el crecimiento neuronal están comprometidos con la depresión. En ese sentido, el problema más grave para paliar la depresión consiste en evitar estos factores estresores que predisponen a la persona a este padecimiento.
Si ponemos esto en perspectiva a partir de los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2016), los trastornos mentales comunes, como la depresión y la ansiedad, han ido en aumento a nivel mundial, aumentando casi un 50%. Esto implica que al menos un 10% de la población mundial padece estos trastornos los cuales a su vez representan el 30% de las enfermedades no mortales a nivel mundial. En México, se estima que estos padecimientos además de ser muy frecuentes, ocupan el cuarto lugar en complicaciones médicas.
Estadísticas del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) revelan que poco menos del 30% de los mexicanos mayores de 12 años padecen depresión o ansiedad de manera ocasional, pero aproximadamente el 12% sufre esta enfermedad de manera frecuente. Es particularmente importante señalar que en nuestro país, los trastornos mentales comunes son la primera causa del deterioro de la calidad de vida en mujeres, y la novena en hombres; pero no hay que olvidar que también es la primera causa de suicidio en el mundo.
El último grupo de factores de riesgo vinculados a la depresión es la personalidad, entendida como constructo psicológico. Los expertos señalan que personalidades neuróticas (tendientes a la inseguridad, la baja autoestima y de ánimo melancólico), ciclotímicas (altibajos en el estado de ánimo con tendencia a trastorno bipolar) y obsesivas (ordenados, meticulosos y perfeccionistas, aunque estas se clasifican para trastornos depresivos ocasionales mayormente), tienen más riesgo de deprimirse que una persona con personalidad extravertida y estabilidad emocional. Sin embargo, este factor entra en juego cuando existen tanto factores genéticos como ambientales.
A partir de lo anterior, la depresión –como se señala desde la World Health Organization (WHO, 2017), es el resultado de una compleja interacción de factores sociales, psicológicos y biológicos, lo que contribuye a hacer más complejo su tratamiento. En ello, como se ha podido ver, el factor de riesgo más relevante a nivel público para el desencadenamiento de un cuadro depresivo es el ambiental. El estrés al que nos vemos sometidos en la vida contemporánea no sólo en términos personales sino también y de manera muy importante a nivel social, colectivo, dadas las condiciones y estilo de vida de vida en los que nos desenvolvemos, resultan a todas luces escenarios lamentablemente óptimos para la depresión. Tener en cuenta que el ser humano está expuesto continuamente a factores de riesgos que correlacionan con la depresión, invita a pensar este padecimiento desde una óptica de salud pública que es necesario atender.
En la próxima entrega hablaremos de la situación de la depresión desde esta arista de análisis que resulta a todas luces un problema en nuestro país.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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