La depresión, como ya se ha mencionado anteriormente, constituye un trastorno de la personalidad en el que la tristeza se ve prolongada por más de dos semanas continuas, aunado a la pérdida del disfrute de actividades que anteriormente se disfrutaban (clínicamente, este trastorno se conoce como anhedonia) y que puede llevar consigo diferentes sintomatologías como ansiedad, neurosis, histeria y demás, en diferentes duraciones e intensidades, dependiendo del tipo de depresión que se presente, las cuales son generalmente tratadas con terapia psicológica, fármacos o una mezcla de ambos.
Sin embargo, la depresión durante la adolescencia resulta de una suma de otros factores típicos de este periodo de la vida como son los cambios hormonales que conllevan a cambios fisiológicos y anatómicos más grandes, así como el proceso de formar una personalidad individual, la interacción social e independencia socioeconómica. Lo anterior representa cambios naturales y necesarios para el sano desarrollo de cualquier individuo.
Cuando hay embarazo adolescente, a este conjunto de factores se añade el despliegue de una cantidad enorme de hormonas y de necesidades fisiológicas y sociales, mismas que sin un manejo psicológico adecuado puede llevar al desarrollo de una depresión y ansiedad más intensa, aunada a pensamientos suicidas. Esa es la razón por la que la depresión en adolescentes embarazadas es un tema muy pertinente de conocer y mitigar.
De estas madres, se estima que el 10% de las mujeres embarazadas sufren de depresión durante su embarazo, así como que la mitad de ellas desarrollan depresión posparto. Este número se reduce a menos del 2% si se efectúa un tratamiento psicoterapéutico adecuado durante dicho periodo, por lo que la atención especializada es indispensable.
En el ámbito social, el embarazo durante la adolescencia puede ser estresante: en primera instancia, el embarazo pudo ser no deseado y debido a diversas pautas culturales y sociales que impiden que la mujer decida sobre su propio cuerpo, el aborto no fue opción. Lamentablemente, en México esto es el día a día de muchísimas mujeres que en contra de sus derechos y por las presiones impuestas por la religión, el núcleo familiar y la cultura no pueden decidir por su propio bienestar y futuro.
Según datos la OCDE, México encabeza el primer lugar en embarazos no deseados en niñas entre los 12-18 años de edad. El estadístico anterior es alarmante, debido a que un embarazo no deseado puede destruir la vida de muchas mujeres adolescentes en diferentes niveles. En México, lo más común son las afectaciones graves a la salud mental, como lo es la depresión pre y posparto, y la ansiedad generalizada. La permanencia en los diferentes sistemas educativos generalmente se ve afectada, ya que mantener un bebé implica ingresos que no todas las familias mexicanas tienen, y finalmente el cambio abrupto en los roles sociales y familiares puede ser intenso de asimilar y lograr, como el pasar de ser hija a madre; de adolescente a adulto. Esto último, no obstante, no se limita a los embarazos adolescentes no deseados, sino que afecta también a los deseados.
Además, si se tiene en cuenta que que no todas las adolescentes embarazadas cuentan con apoyo familiar, incluso en frecuentes ocasiones ni con el de sus parejas, el estigma impuesto por ser madre soltera sirve a veces de acicate para empoderar a las mujeres, pero lamentablemente, en la mayoría de los casos, afecta negativamente la salud mental y física de las madres debido a la idealización de la familia heteropatriarcal.
Los factores que se asocian al embarazo adolescente son la desinformación, la marginalidad y la pobreza, los problemas familiares y de pareja, así como los patrones familiares. Con excepción del factor de desinformación, todos los anteriores se encuentran correlacionados con la aparición de diversas patologías, entre ellas la depresión. Por lo que no es en vano que la depresión en adolescentes embarazas sea considerado un problema de salud pública.
A manera de conclusión, es necesario precisar que la satanización en contra del embarazo adolescente es una forma poco efectiva de resolver esta problemática. Los argumentos a favor de que el embarazo adolescente es un problema de salud pública hablan del crecimiento poblacional y de la pobreza en México, pero a manera de reflexión sobre lo anterior, es relevante la opinión de Stern (1997):
“¿no será que muchos de los problemas que llevan al embarazo adolescente y a los que éste conduce -sin negar que sean problemas reales- se derivan de la manera como hemos valorado la sexualidad premarital y, particularmente, sancionado la sexualidad adolescente?”.
La depresión en el embarazo adolescente tiene su mayor causal en los patrones morales impuestos por la sociedad, como lo son tener hijos bajo el régimen del matrimonio, a cierta edad, cuando se alcance cierto nivel socioeconómico, entre otros. Así que la resolución a esa problemática, aunado a mejorar la calidad y cantidad de información sobre educación sexual que se les enseña a los adolescentes de México, va por repensar la sexualidad durante la adolescencia en pro de hacer de ésta un tema seguro para hablar con la familia y el núcleo social cercano, para así limitar la aparición de patologías asociadas a la sexualidad, los embarazos no deseados y prevenir las afectaciones a la salud mental, como lo es la depresión.
Intentemos habitar este mundo, este país, de formas más empáticas dándole mayor visibilidad y poder a la población adolescente; no sólo es una etapa de la vida vulnerable ante muchas situaciones, sino una de grandes oportunidades. Eduquemos y enseñémosles a nuestros adolescentes formas sanas y consensuadas de ejercer su sexualidad, y ofrezcamos el apoyo necesario, siempre bajo la guía de un especialista, si una enfermedad mental se presenta.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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