La adolescencia es una etapa clave de la vida; en ella se generan grandes cambios anatómicos, fisiológicos y emocionales. Es una etapa en la cual la búsqueda de la independencia y de la personalidad es muy evidente, lo que a veces genera conductas negativas en contra de los padres, o diferentes formas de autoridad. Sin embargo, es justo aclarar que lo anterior es normal y necesario, aunque ello no indica que no pueda convertirse en patológico.
Normalmente, en la adolescencia aparecen pensamientos depresivos que reflejan el proceso natural de desarrollo, ya que comienza la preocupación por cuestiones existenciales. La intensidad y la frecuencia de estos pensamientos, incluso suicidas, así como el contexto en el que surgen son rasgos que distinguen a una persona saludable de una que se encuentra al borde de una crisis. Muchas de estas conductas negativas como la irritabilidad, la agresión, el desinterés, la apatía, entre otras, son producto de los diferentes modelos educativos al interior del núcleo familiar.
Diferentes estudios avalan la idea de que si los adolescentes son criados en familias que permitan consolidar una autonomía a través de fomentar la independencia, y que además conformen núcleos de afecto y cohesión, las conductas negativas son poco probables o escasas. En cambio, núcleos familiares autoritarios e incongruentes suelen generar en mayor proporción comportamientos negativos, y propiciar la depresión, ya que la correlación entre conflictos familiares y depresión en adolescentes crece proporcionalmente.
Los factores de riesgo asociados a los conflictos familiares y depresión adolescente en México pueden resumirse como sigue:
la violencia intrafamiliar (tanto física como psicológica),
el abuso de sustancias,
la presencia de depresión en otros familiares, el nivel socioeconómico,
el género y los estigmas sociales que lo acompañan y
la poca y/o mala comunicación entre padres e hijos.
Este último factor resulta de gran relevancia, ya que un estudio de factores familiares y depresión adolescente en México encontró que un nivel de comunicación alto con los padres es un factor protector de la sintomatología depresiva. En relación con esto, la literatura científica señala la importancia que posee la comunicación entre padres e hijos para disminuir consecuencias negativas en la salud física y mental; por lo tanto, generar un ambiente de confianza y diálogo en los núcleos familiares es indispensable para el correcto desarrollo de los adolescentes.
En el caso de la violencia intrafamiliar en México, los estadísticos son alarmantes. Se estima que entre el 50% y el 70% de los adolescentes de 13 a 19 años han sufrido violencia por parte de su núcleo familiar. La violencia ejercida sobre los mismos es un fuerte detonante del consumo de sustancias de abuso, lo cual está estrechamente ligado con la depresión en adolescentes, entre muchas otras cosas.
El género y los estigmas sociales continúan permeando en la mayoría de las familias mexicanas, y los conflictos en torno a la división sexual del trabajo y la libertad de las mujeres de decidir sobre su cuerpo se puede considerar un conflicto familiar si dichas violencias se dan en el núcleo familiar. Diversos estudios mencionan que las mujeres adolescentes presentan una mayor vulnerabilidad frente a la violencia intrafamiliar, lo que hace que en términos de incidencia de depresión éstas suelen sufrir este padecimiento en promedio dos veces más que los adolescentes hombres.
Un asunto de suma importancia es la transmisión intergeneracional de la violencia vivida en casa. Varios estudios presentan información favorable sobre que los hijos repiten los patrones de violencia vividos en sus hogares y ejercidos específicamente por sus padres, ya que éstos actúan como modelos de comportamientos violentos que los hijos observan y luego imitan en su círculo social, o en sus propias familias futuras.
A manera de conclusión y como señalaría Beck (1972), “las emociones y conducta típicas de la depresión están determinadas por la forma en que el depresivo percibe la realidad” y por ende, su entorno; por lo tanto si la realidad del entorno familiar y social no cambia, en pocas ocasiones se generarían cambios positivos en adolescentes deprimidos.
La terapia psicológica es definitivamente un muy buen acercamiento, pero lamentablemente no todo se puede resolver así. Intentemos ser comprensivos, cariñosos, empáticos con nuestros adolescentes, dejando atrás el autoritarismo y los estigmas, para así permitir su sano y libre desarrollo, sin olvidar esos pequeños límites que nos permiten mantenerlos seguros.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
Comments