La conducta adictiva puede ser conceptualizada como toda conducta sistemática que genere una transformación obstaculizadora en la reproducción de la vida cotidiana del adicto. Esta primera definición, como se puede notar, supone a la adicción como un obstáculo para la reproducción de la vida diaria.
Sin embargo, una mirada más profunda a la adicción la revela como una enfermedad compleja de naturaleza bio-psico-social, cuyas múltiples causas se entrecruzan para desarrollar un desorden adictivo. La mayoría de los autores coinciden en que la etiología de tal desorden es de carácter no lineal, multifactorial y sistémico por lo que su abordaje analítico y terapéutico precisa de un tratamiento integral.
Otros autores, en cambio, la entienden como una creencia activa en un compromiso ante un estilo de vida negativo que comienza cuando se abandonan los caminos naturales de satisfacción de las necesidades emocionales de un individuo al conectarse con otras gentes y consigo mismo.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la adicción como una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia adictiva o una relación. Bajo esta perspectiva, se trata más bien de un conjunto de síntomas y signos en los que se involucran factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales que conducen a la aparición de una enfermedad progresiva, y muchas veces fatal, caracterizada por episodios continuos de descontrol, distorsiones del pensamiento y negación ante la enfermedad. Con esta definición fincamos postura conceptual al respecto.
Aunque la definición de la OMS describe tanto la adicción de ingestión como la de conducta, la mayoría de los textos relacionados con el tema en la literatura especializada se enfocan a la adicción en cuanto al consumo de drogas, sean estas legales o ilegales. Algunos otros textos revelan la presencia y preocupación sobre las adicciones de tipo conductual tales como la adicción al juego, a internet, a ciertos objetos y también a la pareja. Como se habrá podido notar, este último es el tema sobre el que nos interesa reflexionar en este ensayo.
Uno de los autores contemporáneos más representativos en torno a la adicción en la relación de pareja es el español Carlos Yela.
Para este autor, la relación de pareja es una dinámica relacional humana dada por diferentes parámetros entre los que se encuentran los contextos culturales (Yela, 1997). A su juicio, el amor adictivo en la relación de pareja no puede entenderse sin un estudio del contexto cultural en el que dicha relación está inmersa en tanto éste puede determinar la forma en que sus miembros ven y actúan la relación misma.
Al decir de Maureira (2011), la relación de pareja se gesta a partir de 4 componentes básicos:
El compromiso (centrado en el interés en y la responsabilidad por la pareja).
La intimidad (que se ampara en una especie de apoyo afectivo).
El romance (que es la pasión romántica vinculada a la atracción física, pero centrada en el interés hacia la pareja).
El amor (que es el componente biológico relacionado con la reproducción y la crianza).
Como se podrá notar, de los 4 componentes antes descritos, los tres primeros son de carácter cultural y por tanto hallan un correlato importante en lo social-histórico, y sólo el último es de carácter biológico.
Esta unidad entre lo biológico y lo cultural implica algo evidente, a saber: que contrariamente a la definición doxástica que se maneja desde el saber no especializado, el amor es uno de los componentes de la relación de pareja, pero no es el único; lo que a su vez nos lleva a pensar que la relación de pareja, y la adicción a la pareja traducido por Yela (1997) a través del término “amor adictivo”, debe ser estudiada y entendida desde una visión amplia que involucre tanto a la comprensión humana desde el punto de vista sociocultural, como a los factores biológicos de la persona en su carácter de factores que predisponen al adicto.
El amor es uno de los componentes de la relación de pareja, pero no es el único…
En palabras de Helen Fisher (1998; 2000), desde el punto de vista biológico, el amor es la necesidad fisiológica de una pareja exclusiva para la cópula, la reproducción y la crianza, cuya satisfacción genera placer. Esto da pie a la conceptualización de dos tipos de amor biológico presente en todas las especies animales y en todas las culturas: el amor materno y el amor romántico. Según Zeki (2007), la diferencia entre ambos es la ausencia de deseo sexual en el primero, y la presencia enfática de esta variable en el segundo, lo que, en la opinión de Páez (2006), implica entender al amor romántico asociado al sistema de recompensas del cerebro, en tanto resulta una experiencia determinada por los circuitos neuronales.
Sin embargo, como ya hemos comentado antes, el amor no es el único componente de la relación de pareja, en específico cuando se habla de la pareja humana, o sea, de la relación amorosa entre humanos. El ser humano, en tanto ser social, no puede estar separado del contexto social y cultural en el que vive, de manera que está expuesto en su desarrollo como persona y como ser social a las condiciones históricas que determinan estos contextos en las diferentes culturas y épocas. En lo que sigue nos enfocaremos a describir los factores que pueden intervenir en la conducta adictiva a la pareja.
Solomon y Corbit (1974), al señalar que el amor está determinado por el manejo emocional que hace emerger una reacción afectiva primaria caracterizada por un placer incondicionado, dan cuenta de que el amor ocurre como resultado de mecanismos fisiológicos.
Esto permite afirmar la tesis de que efectivamente se puede generar, desde el punto de vista biológico, una adicción al amor, entendido éste como afecto. Y es que según Retana y Sánchez (2005), el afecto tiene la misma función que un sedante o un estimulante.
Ahora bien, lo anterior no significa que el amor en tanto afecto no pueda ser influido por decisiones cognoscitivas y reacciones conductuales de diverso tipo. Esto es lo que en lo general hace al amor un objeto de estudio complejo y fascinante, y desde el punto de vista de la adicción, una oportunidad para comprender que las adicciones no tienen solamente una causa social o cultural, sino también fisiológica.
En el amor adictivo Yela (s/f) señala que los amantes sufren síntomas agudos de privación. Lo anterior coincide con la idea de que el sufrimiento está estrechamente vinculado a la necesidad imperiosa del individuo adicto de ser amado, o dicho en otras palabras: de recibir o procurarse afecto.
En ese sentido, la persona adicta al amor tiene un vacío afectivo y ve a su pareja como el objeto que llena ese vacío, generando así en la mayoría de las ocasiones una dependencia emocional que conlleva a comportamientos y pensamientos obsesivos en los que la presencia del desasosiego, la angustia, la desesperación y la pérdida de interés en actividades donde no esté presente el/la amado/a.
La persona adicta al amor tiene un vacío afectivo…
Estos comportamientos se muestran como síntomas psíquicos de la adicción y se acompañan por síntomas físicos como son: opresión en el pecho, sudoración, mareos y jaquecas. Estos síntomas, dice Echeborúa (2000) se alivian ante el contacto con el ser amado, lo que corrobora que el amor adictivo, en tanto configura un comportamiento de adicción a la pareja, revela un problema de dependencia que casi siempre, en función de los roles complementarios de los amantes, prefiguran un escenario de co- dependencia emocional.
La co-dependencia es así una relación co-adictiva (Mellody, 2006) que presupone el involucramiento mutuo a través de intercambios íntimos entre el adicto (dependiente) y el co-dependiente. Esta relación está caracterizada por comportamientos obsesivos y compulsivos por ambas partes, la ausencia de autocontrol y la no percepción e incluso negación de la co-dependencia en cuestión. A tenor con esto, nuestro próximo paso es enfocar la reflexión en torno al síndrome de dependencia y co-dependencia emocional.
En el siguiente blog, conocerás los síntomas de dependencia emocional.
Si necesitas ayuda o apoyo psicológico, no dudes en escribirme.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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