Como señalamos la semana anterior anterior, el concepto de sexualidad ha sufrido cambios a lo largo de la historia, aunque en la sensibilidad social aun no permea a cabalidad una concepción clara, democrática, incluyente, justa, equitativa y civilizatoria sobre ello.
En ese sentido, se hace necesario definir algunos conceptos que ayuden a contextualizar la manera en que históricamente se ha construido una idea sobre la sexualidad en aras de comprenderla desde un punto de vista más integral, tal y como ya se dijo se define desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Los conceptos organizadores de esta visión compleja de la sexualidad son básicamente tres: el sexo, el género y la orientación sexual. El sexo es un concepto que únicamente hace referencia a la asignación sociocultural de la identidad de los genitales; el género, en cambio, es un concepto que conjunta la vivencia interna e individual de cada organismo para autoasumirse de tal forma que la persona se sienta cómoda/o con su identidad. Y es que el género puede o no corresponder con el sexo asignado al nacer, por lo que se hace necesario disociarlos. Así, una persona que nace con genitales femeninos no tiene que autoasumirse necesariamente como mujer; puede hacerlo desde una identidad diferente, como por ejemplo, la de los hombres.
La orientación sexual es el otro concepto al que se apela cuando se habla de sexualidad; ella define la capacidad de cada persona de sentir atracción emocional, sexual y afectiva por otra persona de un sexo y/o género diferente o igual al propio. Y se diferencia con las categorías de sexo y género en la medida en que expresa ya una intencionalidad propiamente sexual, o sea, una motivación –explícita o no- para establecer relaciones afectivas y sexuales por otra persona.
Al amparo de estos tres conceptos básicos sobre la sexualidad, los seres humanos hemos construido prácticamente un mito-tabú sobre el tema. A la gente por lo general le da pena hablar de su sexualidad o de sus preferencias sexuales, haciendo de la sexualidad una idea generalmente opaca, que no se dice siempre, ni a todos ni en todas partes, echando un velo oscuro sobre ella que, en términos generales, lleva al estigma.
El estigma social sobre la sexualidad, tema que se desarrollará posteriormente de manera más intensiva, se convierte así en uno de relevancia notable. La importancia de conocer los fundamentos para poder tener una posición activa en su erradicación, no es despreciable. El estigma se define como el atributo o cualidad de una persona como “inferior” o “anormal” y se basa en la concepción social de la distinción, esto es, de lo que somos “nosotros” en contraposición a lo que son “ellos”, lo que confirma el estándar de la normalidad vinculado a la elección de las mayorías, y vinculando este estándar a la desvalorización de los otros, del “ellos”.
Así, como se puede ver, el estigma social en torno a la sexualidad, o para ser más exacta: a las sexualidades, afecta gravemente a las minorías al hacerlas ver como inferiores. Esto además de generar agresiones y violencia, fomenta la desinformación de otras formas de ser y de seexistir.
La desinformación sobre la sexualidad es una forma de control social que fomenta la aparición de mecanismos de opresión, ya que actualmente existen muchísimas personas que no saben cómo definirse sexualmente, no se encuentran cómodas/os con sus cuerpos, se sienten confundido/as acerca de su sexualidad y por lo tanto desconocen cómo llevar una vida sexual sana, segura y libre de violencia.
Lamentablemente esto puede desarrollar trastornos de personalidad como la depresión y la ansiedad, e incluso puede hacer que las personas antes descritas lleguen a optar por el suicidio si no se encuentran la solución a sus inquietudes; de igual forma, las enfermedades de transmisión sexual pueden aparecer y por pena o miedo a ser juzgados, incluso pueden terminar con la vida.
Nadie debería vivir en un cuerpo que no considera suyo, y es por eso que mantenernos informados, respetuosos y cooperativos por la igualdad de condiciones y derechos de todos aquellos que no son como uno –incluso y sobre todo si esa diferencia nos llega vía la sexualidad-, nos fortalece como personas y como sociedad.
Si conoces a alguien que está confundido por su sexualidad, ayúdalo y ofrécele tu apoyo. Contáctalo con un especialista, jamás lo juzgues.
La diversidad y la libertad sexual es un derecho de todos y todas, y para todos.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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