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  • Psicoterapeuta Claudia Garibay

Autoviolencias femeninas y las formas sutiles e invisibles de machismo. Octava parte

La violencia contra las mujeres es un mal generalizado, normalizado e invisibilizado en México y el mundo. La constante agresión que enfrentamos las mujeres se puede encasillar a grandes rasgos en: violencia emocional, violencia económica y laboral, violencia reproductiva y finalmente, violencia física. Con la creciente necesidad de entender las opresiones que nos atraviesan diariamente y distinguir cuáles de éstas –por más invisibilizadas que sean– también son violencias, se creó el iceberg de la violencia de género”, un esquema muy útil, que nos permite observar la configuración de las violencias machistas sobre las mujeres.

Basados en este esquema, a partir de esta entrega, nos enfocaremos en el análisis de las autoviolencias femeninas, dividiendo el iceberg de la violencia en tres partes que van desde las violencias más naturalizadas e invisibles hasta las más atroces y evidentes. Por ello, aunque nos centraremos en las autoviolencias, lo que en ningún caso evade el clave y principal factor de la violencia contra las mujeres hasta el día de hoy: el sistema heteropatriarcal y la ideología machista que a su vera se configura. Veamos.

La mayoría de las violencias que sufrimos las mujeres diariamente, se encuentran en la parte del iceberg que está sumergida en el agua, es decir, aquella que no es visible a simple vista. Aquí se alojan las violencias más comunes y más cotidianas que son conocidas como formas sutiles de violencia en tanto son violencias aceptadas socialmente y por ello vinculadas a lo que se conoce como micromachismos.

Según los expertos los micromachismos constituyen la base fundamental del mecanismo de reproducción del machismo. Se trata de comportamientos y actitudes que humillan y desvalorizan a la mujer, basados en una supuesta superioridad del hombre. Hoy en día, el hashtag ComoHombre ha hecho una labor interesantísima al tratar de revertir hacia el hombre la carga violenta que enfrentamos las mujeres cotidianamente.

Contar chistes sexistas es reproducir el machismo, consumir publicidad sexista es reproducir el machismo, utilizar lenguaje sexista es reproducir el machismo, ser consciente de los micromachismos que nos atraviesan y no hacer nada al respecto para eliminarlos, también es reproducir el machismo. Muy comúnmente las mujeres no tenemos claras las barreras que existen entre el machismo y nuestra integridad y por eso no somos capaces de ponerlas: se puede decir “no” cuando no quieres algo; se puede decidir sobre tu cuerpo, aunque la familia, la iglesia, la pareja, quien sea digan lo contrario; se pude denunciar a cualquiera por el más mínimo acoso/violencia a tu persona, aunque tu agresor y las instituciones que lo respaldan te ignoren.

Aunque la reproducción del machismo a través de nuestros actos y pensamientos es una forma de autoviolencia prácticamente inconsciente, está en nuestras manos intentar frenarlo, sobre todo entendiendo que no hacerlo precisamente contribuye a consolidar el sistema heteropatriarcal y la ideología machista. Sin embargo, no perdemos de vista que en buena medida esta autoviolencia está flanqueada por condicionantes sociales que funcionan para muchas mujeres como una estructura de control y opresión tan poderosa de la que les resulta imposible salirse.

Mujeres en condiciones de violencia extrema, sin ingresos, con hijos y pocas oportunidades laborales son mujeres muchas veces atadas a un ciclo de violencia del que no pueden escapar, so pena incluso de su propia vida, y por supuesto a estas mujeres no se les puede pedir que se libren de la autoviolencia simplemente decidiendo no ser parte de ella. Estas mujeres más bien identifican la violencia, saben que con una actitud de aceptación no la elimina, pero prefiere hacerlo de todas maneras porque no tiene una opción diferente. Es una situación realmente muy delicada.

Por eso, dejamos claro, este texto no va encaminado a estas mujeres, sino a aquellas que podemos no reproducir el machismo y que podemos decidir no hacerlo porque no estamos sometidas a violencias estructurales que como sí les sucede a otras mujeres, nos colocan en una situación de vulnerabilidad y fragilidad incluso ante la violencia feminicida.

En ese sentido, aquellas mujeres que sí podemos plantearnos el asunto de las autoviolencias femeninas a partir de comprender la manera en que participamos aunque sea inconscientemente en su reproducción, a esas, les decimos que el machismo puede dejar de sostenerse si no tiene en qué sostenerse. Quitémosle el sostén y dejemos de autoviolentarnos con él y a propósito de él.

✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay

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