Siendo “El Principito”, la metáfora más bella, que yo conozco, acerca del amor, de la amistad y de la vida, te confieso que, el encuentro del Principito con el zorro, es mi parte favorita.
El zorro le pide a su nuevo amigo que lo domestique. Domesticar significa: “crear lazos”.
Un proceso de aprender a acercarse el uno al otro, un proceso de paciencia, tacto y respeto.
Un bello ritual que los seres humanos hemos olvidado: “Es una forma de hacer que un día no se parezca a otro día”, que los momentos especiales alcancen su verdadero valor… que el corazón pueda prepararse para sentir con toda intensidad lo que viene, con los sentidos a la expectativa y la mente abierta.
Percibo, que hoy por hoy, las relaciones entre las personas, las relaciones entre las parejas, son sumamente inestables, hemos perdido el interés por el otro. Invertir en el proceso de domesticación se ha convertido en una práctica obsoleta, no tenemos tiempo ni corazón para hacerlo, hay prisa por poseer al otro, por satisfacer nuestro ego, medimos las relaciones por la utilidad que nos proporcionen para luego desecharlas, sin importar si herimos o no.
¿Qué pasa si regresamos a la domesticación: a crear lazos y a los rituales?
¿Qué pasa si me doy la oportunidad de explorar a ese ser humano que tengo en frente?
Seguramente lo que a mí me pasaría, es que mi corazón latería con mayor fuerza, descubriría un camino que no he explorado, encontraría un nuevo significado en mi vida. El significado de lo que me rodea, está dado por las miles de vivencias que tengo. Cada cosa, cada situación, cada persona va teniendo sentido en la medida en que yo me entrego.
Y, he de entender el significado del adiós. Pregunta el Principito: “¿por qué domesticar a otro si al final estás de paso y en algún momento tendrás que irte?”
Explica el zorro: “si me domesticas tú serás para mí el único en el mundo, yo seré para ti el único en el mundo”… “si tú me domesticas mi vida estará llena de sol”.
Se me llenan los ojos de lágrimas y ahora sé que no debo tener miedo. Sólo conozco esta respuesta: quiero crear lazos contigo: domestícame y permíteme hacer lo mismo. Déjame entregarme a ti, inundemos nuestras vidas de sol …….
Este encuentro entre el Principito y el zorro se cierra cuando éste último le entrega su secreto, un regalo a aquel hermoso niño con cabello color del trigo que tuvo la paciencia de domesticarlo:
“Sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible para los ojos”. ✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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