Como ya se ha dicho en estas páginas, la depresión es un asunto serio y afecta a personas de diferentes edades, sexos y clases sociales. No obstante, los grupos más vulnerables a este padecimiento son las mujeres, los jóvenes y los ancianos. Y aunque las estadísticas reportan que dentro de estos grupos el nivel socioeconómico no es una variable que determina para tener o no depresión, lo cierto es que ésta afecta más a los pobres, pues sus condiciones de vida son por sí mismas más estresantes. En este rubro en México, por ejemplo, entran las personas indígenas o aquellas que viven en ambientes rurales en extrema pobreza y condiciones de violencia, así como niños.
De manera concreta, la depresión se acompaña de trastornos de ansiedad y en ocasiones no poco frecuentes del consumo de sustancias adictivas. Sin embargo, los factores más vinculantes en el caso de la población mexicana son ser mujer (sobre todo si se es jefa de familia, se cuida de un enfermo o existe una dedicación exclusiva al hogar); ser pobre; estar desempleado (sobre todo se ha observado que este factor se asocia notablemente a los hombres); el aislamiento social; los problemas legales; las experiencia de violencia y maltrato; el consumo de sustancias adictivas y la migración.
Pero el abanico de factores que pueden correlacionar con la depresión no acaba ahí. Los expertos señalan que la ansiedad prenatal, el escaso apoyo social, la experiencia de eventos estresantes y traumáticos, los conflictos de pareja, la baja autoestima, factores obstétricos de diversa índole, así como variables socioeconómicas asociadas a la pobreza, el bajo índice de escolaridad y los antecedentes depresivos en la familia también resultan de interés en el diagnóstico pues pueden desatar trastornos depresivos.
La depresión es conocida como la enfermedad de las “paradojas” porque con frecuencia suele haber un abismo en la manera en que el enfermo se percibe a sí mismo como depresivo y los hechos objetivos. Los pacientes con depresión generalmente experimentan sentimientos derrotistas y de culpa, por eso la depresión trae aparejados trastornos en la esfera afectiva del enfermo. Estos trastornos afectivos son fáciles y seguros de diagnosticar y por lo tanto también de tratar. Sin embargo, además de ellos, la depresión también trae trastornos en el ámbito del comportamiento físico, somático e intelectual. Veámoslos brevemente pues la detección temprana de la depresión, aunado a un tratamiento adecuado, es la mejor estrategia para combatir esta severa enfermedad que en los últimos años ha ido cobrando cada vez más víctimas.
Entre los síntomas depresivos en la esfera afectiva se cuentan la indiferencia, el encierro en la casa, la pérdida de intereses vitales, la tristeza, el estar cabizbajo o pesimista. En algunas ocasiones, incluso, el enfermo puede no reconocer sentirse triste, sino más bien inseguro o con falta de confianza, sentirse apático o irritable. Esta distorsión de su estado mental puede incluso llegar a enmascarar los síntomas de la enfermedad, por lo que hay que estar muy atentos.
En el caso de los síntomas que afectan la esfera intelectual, estos aparecen vinculados a la disminución de la senso-percepción y la memoria, así como la atención y la comprensión, el pensamiento “alentado” y los consabidos sentimientos de culpa y fracaso. Esto guarda relación con el ámbito del comportamiento, donde los síntomas que se pueden observar son: disminución persistente de la productividad, rendimiento deficiente, actividades al mínimo y aparición de una apatía progresiva que puede incluso detonar impulsos suicidas y homicidas, sobre todo contra familiares cercanos. En cuanto a los síntomas que se registran desde la esfera somática, los más frecuentes son: la anorexia, la pérdida del sueño y lo que se conoce como “depresiones sonrientes” que es cuando el enfermo oculta su tristeza.
Para terminar, cabe recalcar que no hay un tipo de depresión mejor o peor que otra. Todas necesitan de tratamiento médico, pues diagnosticadas a tiempo, sobre todo las dos primeras, y con el tratamiento adecuado, la mayoría remite fácilmente.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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