El machismo constituye una ideología que coloca a hombres y a mujeres en planos de relación distintos y contrapuestos; y a través de esta ideología, tanto en el ámbito público como en el privado, los roles de unos y otros permean los comportamientos generando formas de ser, pensar, sentir y vivir asociados a ellos.
Lo anterior se inscribe dentro de una estructura hetero-patriarcal, o sea, una estructura que coloca como normal que el hombre domine a la mujer y, además, que el esquema de relación entre mujeres y hombres determine las formas de sexualidad entre unos y otros. Por eso, aunque la estructura heteropatriarcal va más allá de lo que se ha mencionado, es ella en primera instancia la responsable de las violencias y autoviolencias en y entre ambos géneros.
Al respecto hay que decir que lo que se entiende mayormente hasta hoy acerca de ser mujer o ser hombre se le debe básicamente a la estructura heteropatriarcal, que es desde la que se “promete” y “asegura” el “éxito” de ser hombre o mujer a los ojos de la sociedad, es decir, a los ojos de los otros. Esto, como se puede ver, ya va imponiendo una forma específica de ser, hacer y estar como hombre o como mujer; de manera que la primera autoviolencia de la que somos víctimas todos y todas al interior del sistema heteropatriarcal tiene que ver con una especie de alineación con lo que los demás esperan de nosotros.
Para el caso del hombre es bien conocido la manera en que se le enseña a los varones, desde pequeñitos, a no llorar, a enfrentar a un rival –aun y si es más grande y fuerte-, a no mostrar sus sentimientos, a no ser ni parecer vulnerables o débiles, a demeritar lo femenino, entre otras cosas; las mujeres, en cambio, se les enseña a ser dependientes, delicadas, recatadas, amorosas y hacendosas, entre otras cosas más.
Pero ¿qué pasa si no somos tal y como se nos enseña?. He ahí el problema. Somos juzgados y no sólo por esa masa abstracta que conocemos como sociedad, sino por gente cercana a nosotros, nuestra misma familia o nuestros amigos, compañeros de trabajo, vecinos… Algunas de estas personas son muy importantes para nosotros, especialmente nuestros padres e hijos, y si estas simplemente no aprueban lo que somos nuestra integridad psicológica se ve comprometida, al punto de que podemos enfermar seriamente.
Ante este peligro, muchos preferimos evadir los conflictos y las experiencias amargas a que estos nos conducen, y entonces tratando de sortear los malestares y dolores que esto nos provoca, nos hacemos daño. Esto sucede porque omitimos enfrentar el problema de manera directa que es la única manera de resolverlo y salir fortalecidos.
Claramente, enfrentar los problemas requiere algo más que voluntad; requiere paciencia y mucha claridad mental pues de alguna manera se trata no solo de vérselas frente a frente con el problema y con nosotros mismos, sino con las personas que nos rodean, algunas incluso, a las que nos une un lazo de afecto, lo que hace más complicado darnos cuenta de qué sucede y cómo podemos hacer para darle una solución adecuada, aun y si resulta dolorosa y difícil de implementar.
Pensemos en las personas homosexuales (ya sean hombres o mujeres) que no se atreven a decir a sus padres que lo son; pensemos también en la competencia de los hombres por ser más hombres, por ser más viriles; pensemos en las mujeres que crían hijos machistas o que ellas mismas reproducen rasgos del sistema heteropatriarcal que las oprime, como aquellas que piensan que un poco de celos es una muestra de amor; o las que simplemente se subordinan a lo que digan su padre, sus hermanos, su marido, sus amigos.
Todo lo que hemos descrito son autoviolencias, es decir, violencias que nos imponemos nosotros mismos y con mucha frecuencia sin apenas darnos cuenta. Por ello, como nos interesa hablar de autoviolencias desde la perspectiva de género, en las siguientes entregas reflexionaremos sobre la manera en que el sistema heteropatriarcal contribuye con el surgimiento e incluso la consolidación de algunas de las autoviolencias más generalizadas en hombres y en mujeres.
✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay
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