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  • Psicoterapeuta Claudia Garibay

Autoviolencias femeninas y las formas sutiles e invisibles de machismo. Novena parte

En esta entrega continuamos exponiendo la problemática de las autoviolencias y lo que implica para la reproducción del machismo, a partir de las formas sutiles de violencia que traen consigo los micromachismos cotidianos, que enfrentamos cotidianamente.

Las mujeres muchas veces nos apropiamos de prácticas machistas, las reproducimos, nos violentamos a nosotras mismas y damos espacio al patriarcado que se cuela en nuestra existencia. Definitivamente, todas las prácticas machistas que replicamos – consciente o inconscientemente- tienen un fuerte vínculo con la educación que percibimos en casa, aún más si crecimos dentro de un núcleo familiar que reproducía el machismo como la forma correcta de relacionarnos.

No pretendemos juzgar a nuestras familias, sino mostrar otra cara de la moneda: porqué el lugar de las mujeres no es en la cocina y el trabajo doméstico en casa también es trabajo; cómo el cuerpo femenino no es una fábrica de mano de obra y cómo no es incorrecto no premiar ni felicitar a los hombres cuando no se involucran en lo más mínimo con el trabajo doméstico, entre un sinfín de situaciones cotidianas más que conforman el 80% de las violencias diarias (las invisibles) que nos atraviesan.

Karina Vergara Sánchez, poeta y pensadora mexicana, enfatiza nuestra responsabilidad en la reproducción del machismo:

“El patriarcado está encarnado en los hombres que son dueños de la tierra y los bienes del mundo y todos ellos tienen nombres y rostros. Se hace cuerpo en políticos, empresarios, narcotraficantes, militares, secuestradores, proxenetas y todos aquellos que sostienen la injusta distribución de la riqueza y todas las formas de injusticia social. Es cada uno de los feminicidas y asesinos. Es cada uno de los que lucran con el dolor de todas nosotras. […] En una línea paralela, el hacer de esos hombres en el patriarcado está sostenido y se mantiene gracias al incansable trabajo de las mujeres ambiciosas de la aprobación masculina que deciden servirles a ellos antes que mirarse en el espejo de un ‘nosotras’. Las empresarias, las políticas al servicio del líder del partido, las policías, las militares, las narcotraficantes, las secuestradoras y todas aquellas que mantienen y participan de la injusta distribución de la riqueza y todas las formas de injusticia social […] Aquellas que les son leales a ellos por sobre todas las cosas. Las que repiten los ejercicios colonizantes, racistas y extractivistas sobre otras.  […] Eso, y más, es el patriarcado ejercido por hombres y sostenido por mujeres”.

Como se observa, nuestra participación ayuda a la reproducción del machismo y el patriarcado. No todas las mujeres son feministas, ni sólo los hombres son machistas.  Estas dos verdades evidentes y dolorosas nos muestran que el camino hacia la liberación y el empoderamiento femenino implica detenernos y pensar qué estamos haciendo nosotras en la intimidad de nuestras relaciones y nuestro estilo de vida. Reproducir el machismo es un acto común entre las mujeres. No nos gusta aceptarlo, pero es verdad, sin hacer de esto una generalización ominosa. Entender que estos actos nos afectan a nosotras mismas, más que a cualquier otra persona, es colocar parte de la solución del problema en nosotras mismas. Hagámoslo.

En el iceberg de la violencia de género, las prácticas y comportamientos clasificados como violencia explícita pero invisible son: la humillación, el chantaje emocional, la desvalorización, el ignorar, culpabilizar y despreciar, entre otras. Recordando la estructura de un iceberg, este tipo de violencias conforman el 80% de las agresiones que vivimos cotidianamente las mujeres y que son consideradas invisibles a los ojos de las demás personas. Hay que ser muy conscientes de que son abusos y no hacer nada al respecto es ponerse del lado del patriarcado y del machismo. Las consecuencias psicológicas de este tipo de violencias son claras, aunque es lamentable que sean socialmente aceptadas y normalizadas en varios ámbitos, como el familiar y el laboral.

Por medio de estas prácticas violentas, se desvalorizan nuestros pensamientos y criterios propios, nuestras emociones, nuestras acciones, nuestras ideologías, ya que por lo general el punto de vista masculino sigue prevaleciendo sobre lo femenino. Nuestro punto de vista, muchas veces, es percibido como menos convincente, menos verdadero, menos fundamentado. Recordemos, desvalorizar la palabra de una mujer por ser mujer, es violencia.

La humillación y el chantaje emocional son quizás las tácticas más utilizadas en el patriarcado para el sometimiento de las mujeres. El “amor romántico”, impone roles de género donde las mujeres debemos ser sensibles, cariñosas, sumisas, amables, familiares, preocupadas y un poco celosas. Mientras, los hombres deben protegernos, defendernos, ser fuertes, posesivos, emprendedores, confiados, dominantes y un poco agresivos y violentos. 

Si nos dejamos someter o tentar por estos roles, las mujeres llegamos incluso a alabar los celos como símbolo de amor. Hay que recordar que los celos realmente solo promueven el control y la posesión. La estrategia de culpa es otra de las violencias a las que solemos hacer el juego de forma inconsciente. Es una de las más sutiles y suele pasar desapercibida. Las siguientes frases ilustran lo anterior: “Con todo lo que he hecho por ti.” Y “Nunca me hubiera imaginado que irías a actuar así, me estás decepcionando”. 

La estrategia de la agresión es la más directa. Utiliza el castigo y tiene el objetivo oculto de generar miedo. Se refleja en frases típicas como: “Si no haces lo que te pido me voy”, “Si sigues con esta actitud, se acaba la relación.

Finalmente, la estrategia de hacer méritos, que es la más difícil de detectar. Se utilizan los méritos, “favores” y las promesas para conseguir un objetivo. 

Parar este tipo de violencia significa hacer un alto en el ciclo de las autoviolencias femeninas. Hay que despertar y hacer algo. La violencia micro siempre nos recuerda la posibilidad de una violencia mayor, incluso la feminicida.

Si tu pareja te hace creer que te cela porque te ama, no es amor, es control. Si te prohíbe ver a ciertas amigas/amigos porque son mala influencia para ti, no es amor, es chantaje. Si te considera su propiedad, no es amor, es violencia. Si se burla de tus sentimientos/decisiones/pensamientos con el discurso de que no son los sentimientos/decisiones/pensamientos correctos, y con el afán de que los cambies, no es amor, es humillación. Si hay agresividad en su forma de relacionarse contigo, no es amor, es violencia. Si tú tienes que pedir perdón siempre para no generar más problemas en tu relación, no es amor, es culpa.

Mujeres, no somos culpables de la violencia de género que sufrimos. No merecemos que nos juzguen por las violencias que percibimos y que no podemos cambiar. Pero, tenemos una cuenta pendiente con nuestra responsabilidad. Insistimos, estamos conscientes que el papel y participación de las mujeres en sostener el machismo es muy desigual. Es un tema que no se puede disociar de la independencia económica y del nivel educativo. Si una es capaz de mantenerse por sus propios medios y replica prácticas machistas, definitivamente eres más responsable de sostener el machismo que alguien que no puede separase de su pareja o núcleo familiar machista por no tener como sobrevivir.

Es un tema muy polémico de abordar, pero queremos concluir que a pesar de que la responsabilidad que las mujeres cargamos es demasiada, no nos vamos a vencer. Si tú tienes la posibilidad de encarar las prácticas machistas de tu círculo social y familiar, eres privilegiada. Además, estás haciendo el bien por ti y por las que no pueden. Para que deje de existir este sistema que nos oprime a todas y que promueve que nosotras mismas nos violentemos entre nosotras y hacia nosotras.

Si lamentablemente tu condición te impide encarar a tu círculo social y familiar, intenta al menos que el machismo no te autoviolente. Tú misma no te creas que eres inferior, que debes obedecer, que tu cuerpo es para el consumo de otro, que las demás mujeres son tu competencia, que el chantaje y la humillación son normales. No te creas nada, no te violentes a ti misma comprando discursos que sólo están hechos para oprimirte. OJO.

✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay

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