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  • Psicoterapeuta Claudia Garibay

La famosa y nunca bien ponderada sexualidad. Parte 4/9: Los estigmas sociales que pesan sobre la sex

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Es todo ello lo que hace a  la sexualidad parte de la identidad individual de los humanos, lo que constituye un derecho a ejercerla  saludable y libremente.


Sin embargo, la sexualidad ha sido históricamente un mecanismo de control social y político, además –por supuesto- de los vínculos económicos y culturales de dicho control. Y esto ha llevado a su estigmatización, fundamentalmente asociada a la sexualidad femenina ya que las mujeres han sido históricamente más estigmatizada que los hombres. Las razones son diversas, pero quizá una fundamental sea la tendencia aún vigente de objetualizar a la mujer como una máquina productora de humanos, por su capacidad fisiológicas para dar a luz a los bebés. Esto ha impedido que culturalmente se entienda a la mujer como un ser sensible capaz de decidir sobre su propio cuerpo, pueda/quiera o no éste concebir.

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Este argumento ha sido el mecanismo opresor de muchísimas culturas y religiones que promueven el control total o parcial de la mujer y de lo que significa ser mujer, lo cual no solamente atenta contra los derechos humanos básicos, sino que genera ambientes de agresiones y violencias constantes donde si no se es la mujer “típica” o “normal” bajo los estándares de la sociedad/cultura/religión, ello puede incluso llegar a ser una pena que amerita la muerte; o bien donde, simplemente, se puede perder el derecho a decidir sobre la capacidad reproductiva de su cuerpo, lo que va estrechamente vinculado a la desinformación sobre educación sexual que sigue permeando en escuelas y familias, las políticas y pensamientos en contra del aborto, así como la violencia obstétrica.

En el plano de la trasexualidad, por ejemplo, algunos estadísticos señalan que el 80% de las transexuales (mujeres que a través de tratamientos quirúrgicos o farmacológicos cambian su sexo masculino por uno femenino), en América Latina estas mujeres mueren antes de los 35 años debido a la violencia que viven día a día, y el escaso acceso que tienen a la salud pública. Por otro lado,  el aborto clandestino en México, tal y como sucede en América Latina, es un problema de salud pública que cobra la vida de muchísimas mujeres cada año. En muchos casos, incluso, el aborto si no provoca la muerte, es también meritorio de la pena de cárcel, según las leyes de la sociedad en que se esté. En la última década, por ejemplo más de 500 mujeres mexicanas han enfrentado juicios penales de hasta 25 años de cárcel por abortar.

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Por otro lado, la violencia obstétrica va desde la desinformación sobre la sexualidad por parte de instituciones y médicos, hasta violaciones de los derechos humanos durante el parto. La desinformación en la educación sexual, nuevamente, es un mecanismo opresivo de control niñas y adolescentes desde el cual se conserva e incluso se amplifica el desconocimiento y la desinformación sobre métodos anticonceptivos, sobre cómo prevenir un embarazo, o sobre qué son las enfermedades de transmisión sexual y cómo prevenirlas, entre muchas otras informaciones importantes relacionadas con la sexualidad. Las cifras al respecto muestran que 1 de cada 4 niñas no utilizó un método anticonceptivo en su primera relación sexual, el 10% lo hizo en un estado de ebriedad y el 20% desconoce que el condón no es reutilizable.

Woman holding condom, prevention of sexually transmitted disease

Debido a la escasa acción de nuestras instituciones por procurar una sexualidad libre, respetuosa y saludable, es indispensable la ayuda de las familias, amigos y especialistas para educar abiertamente acerca de este tema, aún hoy tan polémico. Definitivamente ser mujer en la sociedad heteropatriarcal en la que vivimos significa entablar una lucha constante por nuestros derechos y nuestra reivindicación social como mujeres que luchamos no sólo por nuestro respeto a los ojos del mundo, sino por nuestra identidad.

Esta lucha no es sólo de las mujeres, la problemática de género –que pasa como ninguna otra por la cuestión de la diversidad sexual- es mucho más amplia, y todas tienen en común el enfrentamiento, a veces concertados, otras en solitario, con la opresión heteropatricarcal, provocando así diversas patologías que atentan contra la salud tanto física, como mental. Para el caso específico de las mujeres, no es casualidad que seamos cuatro veces más propensas a sufrir de depresión, dos veces a ansiedad generalizada, cuatro veces a fobias, tres veces más a tener migrañas y una mayor probabilidad de desarrollar adicciones. Todas las afectaciones anteriores si bien tienen un componente biológico, el componente ambiental tal como violencia, estrés, acoso, opresión y demás cuestiones que vivimos día a día juegan un papel relevante para el desarrollo de estas enfermedades.

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Debido a lo anterior, es que este blog pretende hacer un llamado a todas las mujeres recordándoles que nuestras luchas no han acabado y que es perfectamente normal y sano pedir ayuda psicológica, o de cualquier tipo, si sentimos que nuestra vitalidad está en riesgo. Es muy común que en diferentes religiones y contextos sociales las mujeres seamos representadas enalteciendo el dolor y el sufrimiento como una propiedad –por decirlo de alguna forma- de las mujeres mismas. Sin embargo, estas ideas sólo son una construcción social, mientras que las patologías relacionadas con trastornos mentales, son una realidad muy tangible, tanto como que una mala gestión de las mismas puede llevar al suicidio.

Si no te sientes conforme con tu género, pide ayuda; si te pasa lo mismo con tu sexualidad, pide ayuda; si sientes que la vida se ha vuelto un poco pesada, o ya no la disfrutas como antes, pide ayuda.

Todos esos sentimientos son un espejo de nuestra realidad y jamás debemos de ser culpadxs o sentirnos avergonzadxs por ello, más si eso que nos lastima se halla vinculado a nuestra identidad y preferencia sexual. La atención especializada por parte de un especialista puede ayudar a clarificar los sentimientos encontrados que se suelen experimentar en estos casos, evitando así desenlaces dolorosos, para contribuir a la construcción de una vida sexual sana y libre de prejuicios.

✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay


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