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  • Psicoterapeuta Claudia Garibay

La tolerancia, un bien escaso

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La tolerancia se puede definir como la actitud de respeto que se tiene hacia el otro con relación a sus formas de vida, ideologías, cosmovisión, etc., aun cuando no se coincida enteramente con las mismas. Es un término que fue primeramente acuñado para hablar de cuestiones religiosas, aunque hoy en día se utiliza en cualquier ámbito con la finalidad de comprendernos y asumir nuestras diferencias para evitar conflictos y crear situaciones armónicas.


Definitivamente la tolerancia es una de las actitudes hacia nuestros semejantes que nos permiten gestionar mundos más pacíficos, igualitarios y empáticos; sin embargo, con la inminente globalización de nuestro planeta resulta común -aunque jamás correcto- comenzar a cuestionarnos las formas en las que otros humamos vivimos y coexistimos. La otredad es un síndrome común en nuestras sociedades, y explica por qué tendemos a rechazar y estereotipar a el “otro”, a quien es distinto de nosotros, con la finalidad de excluirlo, y eventualmente dominarlo y violentarlo.

La otredad ha colmado el mundo desde que comenzamos a colonizarnos, a vernos superiores que otros grupos de humanos, a juzgarnos, a no querer comprendernos, y lamentablemente es el origen de todas las agresiones que efectuamos contra nosotros mismos día a día. Por ejemplo: la xenofobia, la misoginia, el racismo, la homofobia, y demás son muestras clásicas de intolerancia hacia el otro, que como ya mencionamos, siempre terminan en violencia. Asumir y entender la otredad es el primer paso de la tolerancia; reconocer que efectivamente no todos somos iguales, que podemos tener colores distintos, ser de clases sociales diferentes, portar cuerpos distintos, discernir en un sinfín de pensamientos, asumirnos sexualmente diferentes, y esencialmente reconocer que cada individuo es un universo, es el camino para el respeto al otro. La tolerancia no es más que reconocer la igualdad de derechos que todos poseemos.

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Una vez mencionado lo anterior, tendríamos que plantearnos ¿cuál es el origen de la tolerancia en los seres humanos?. Si bien creemos que pueden existir personas con un sentido de tolerancia innato, en esencia, la tolerancia es una actitud aprendida. La tolerancia está íntimamente ligada con la educación, y es por lo mismo que la enseñanza de ésta comienza en el hogar, desde los primeros días de vida de los infantes. Es importante crear y procurar un núcleo familiar y social que enseñe la tolerancia como una forma de vida, ya que permitirá que el futuro niño, adolescente, adulto y mayor cohabite un medio -cada vez más diversificado- de manera pacífica.

Los niños comienzan con el desarrollo social en el momento en el que son separados del núcleo familiar para convivir con los demás niños desconocidos alrededor de los cinco años de edad, y es precisamente en ese momento donde se enfrentan al momento decisivo sobre el cómo relacionarse con el otro. Algunas de las formas de enseñar tolerancia en niños se basan en confirmar el hecho de que existen malos entendidos, que es normal no concordar, pero que aún así saber que cada equivocación tiene solución y que ésta siempre puede ser pacífica.

Group Of Young Children In Studio

Asimismo, -y entre muchas otras cosas- una enseñanza esencial de la tolerancia, es demostrarles a los infantes las consecuencias de la no-tolerancia, es decir, la intolerancia. La intolerancia está muy normalizada en nuestras sociedades, y esto lo podemos ver a través del papel que juegan los medios de comunicación mostrando la violencia y los estereotipos como cualidades normales de las sociedades. Apuntar en contra de estas actitudes es de gran importancia para enseñar que los estereotipos sirven para juzgar sin conocer, y que, de cierta forma, suelen ser una forma de violencia generalizada.

De igual manera, apoyar a los infantes cuando son víctimas de actitudes intolerantes es muy importante. Nadie debe vivir en este mundo creyendo que la intolerancia es normal, que se puede ir por la vida agrediendo los pensamientos y formas de vida del otro. Para esto, no minimizar la situación, es clave. El momento en que le decimos a un niño que no pasa nada, que no es tan grave que sus compañeros lo violenten, estamos siendo parte de la violencia generalizada que impone la intolerancia.

Definitivamente las actitudes intolerantes repercuten negativamente por el resto de la vida de los infantes, o de cualquier humano a cualquier edad.

Elementary school pupil being bullied

Existe una relación importante entre la fuerza con la que una persona se apega a su personalidad y la necesidad del violentar al otro: la formación de la personalidad es un proceso largo y complejo, dependiente de un sinfín de factores, que inicia desde edades tempranas y se vuelve sumamente intenso durante la adolescencia. Diversos autores plantean que el fortalecimiento de la personalidad evita situaciones de intolerancia, debido a que no se tiene la necesidad de devaluar a la otra persona para engrandecerse.

A manera de conclusión, podemos decir que la tolerancia es una actitud fundamental que debemos ejercer día a día para hacer del nuestro un lugar habitable, armonioso, pacífico y donde quepan muchos mundos. Respetar al otro tal como es, es más que simplemente “soportarlo”, como muchas veces se confunde el término tolerancia; respetar al otro es reconocernos a nosotros mismos como diversidad. No sigamos repitiendo el discurso de que todos somos iguales, porque en realidad no lo somos: he ahí el espacio para el ejercicio de la tolerancia.

somos diferentes

✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay


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