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  • Psicoterapeuta Claudia Garibay

Tolerancia y democracia

Ballot box with person casting vote

En las sociedades contemporáneas, mayormente organizadas bajo el paradigma de la democracia, el respeto a los demás, la igualdad de creencias y opiniones, y la convicción de que no existen verdades ni valores absolutos, constituyen atributos de apertura y tolerancia. Lo opuesto a ello es la intolerancia, propia de regímenes totalitaristas.


Así vista, la tolerancia posee una doble condición: la de ser virtud moral y virtud política. Moralmente, la tolerancia resulta de la aceptación consciente y positiva de las diferencias tanto a nivel personal como colectivo; pero políticamente la tolerancia configura un modo de establecer relaciones sociales sanas y armónicas entre personas y también entre los distintos grupos sociales y culturales que cohabitan en una determinada sociedad. En ambos casos, lo anterior se halla atravesado por el cumplimiento de los derechos humanos, que son el eje de la vida democrática.

declaración derechos humanos onu

Teniendo en cuenta que la tolerancia es una actitud que se esfuerza por el reconocimiento de las diferencias –pues dicho reconocimiento no es natural, sino que se aprende-, se hace necesario destacar que la tolerancia permite la comprensión del otro, activando con ello también su derecho a ser y a ser reconocido como distinto. Es por ello que la presencia de la diferencia y la diversidad humana hace necesaria la tolerancia, sobre todo en nuestras sociedades contemporáneas y globales donde la migración –que trae consigo a ese otro diferente-, por ejemplo, se ha vuelto un serio problema al respecto.

Hay que tener en cuenta que estas diferencias no sólo se activan por cuestiones de creencias y opiniones religiosas, políticas, de vida, etc. , sino también por temas vinculados al color de piel, el sexo, la clase social, e incluso las edades. Sin tolerancia, todo ello puede, eventualmente, construir relaciones de poder entre las personas, sobre todo cuando las diferencias de unos son percibidas por otros como amenazas o peligros, debilitando así las posibilidades de integración y cohesión social.

Las sociedades plurales, como se caracterizan en su mayoría las sociedades actuales, están llamadas por ello a enfrentar el reto de la convivencia y coexistencia entre personas distintas. Y es que el respeto al otro, el respeto y aceptación de la diversidad en general –de etnia, de lengua, de creencias, de costumbres, de sexo, de edades, de inteligencias, de territorio, de preferencia sexual, entre otras- forma parte de la tarea que hay que hacer para actuar con tolerancia.

All hands together, racial equality in team

Como se puede ver, lo anterior invita a vivir juntos de una mejor manera; algo imposible de ser alcanzado sin antes ejercitar la tolerancia en todos y cada uno de nuestros actos y pensamientos. Por eso sin tolerancia la democracia misma muere, en tanto la forma y estilo de vida más justo y equitativo que nos hemos podido dar hasta el momento. En democracia, aún necesitada de correcciones importantes, dos aspectos se convierten en los pilares fundamentales del buen vivir: la igualdad y la libertad; ambos, además, importantísimos para el logro y sostenimiento de la paz social.

Pero tolerar no significa aceptar sin más. Tolerar no significa asumir que todo lo que los demás digan está bien. Tolerar implica respetar, aun y cuando no se comparta aquello que se respeta. De esta manera, respetar es otorgar al otro la posibilidad de ser, hacer y decir aquello que su propia educación, su propia cultura le señala como bueno, siempre y cuando –claro- no dañe a terceros.

Es en ese sentido que la tolerancia contribuye con la democracia mediante el respeto al otro y la garantía de sus propios derechos, lo que hace necesario la realización de un esfuerzo para reivindicar la dignidad humana en toda su extensión, complejidad y diversidad. Esa es la única forma de reconocer al otro en su propia dignidad, tan digna como la nuestra. Esto es lo que se garantiza a través de los derechos humanos. Por ello, exigir el derecho que tenemos de ser quienes somos deberá traducirse a su vez en la exigencia del derecho de los otros a ser y ser reconocidos como son.

Handshake - Hand holding on black background

Pero, claramente, la tolerancia tiene límites pues hay actos, actitudes, creencias o situaciones que sencillamente no pueden tolerarse, como sucede con aquellas donde se transgreden y vulneran los derechos de los otros. No todo se vale.

La verdadera tolerancia se fundamenta en la convicción de que excluir lo diferente es moral y políticamente un acto indebido. Se trata así de una postura que cobra sentido más allá de la neutralidad o la indiferencia, para situarse como una problemática social que implica tanto a las personas individualmente como al Estado.

Es este último el que debe garantizar los derechos de todos, a sabiendas que somos distintos. Y es aquí donde la tolerancia, como mecanismo que promueve el respeto a la diferencia, se puede entender como herramienta política, es decir, como instrumento para la realización de sociedades más incluyentes y equitativas, que son precisamente aquellas que el mundo de hoy está necesitando con urgencia.

✍ Psicoterapeuta Claudia Garibay

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